agosto 14, 2010

asociación libre (versión sin revisar)

anoche soñé con un mapa gigante de la república de colombia. se extendía por la sala de mi casa y al mirarlo de cerca me di cuenta de que era animado. las olas del mar caribe se movían. y al instante, yo, él y otros más estábamos en una playa cerca a taganga, cargando aperos para la playa. en el medio de la bahía, una mujer con kimono rojo y obi amarillo caminaba sobre el agua. "claro, como es el mar muerto..." pensaba yo sin asomo de asombro. esta mañana mis compañeros de casa se fueron al mar. yo me quedo acá, cuido de mi gata adoptiva, lavo las sábanas sobre las que durmieron los amigos que hace una semana vinieron a visitar. en siete años he tenido pocos visitantes. éstos, en todo caso, eran los primeros a los que conocía desde antes de vivir acá. hace doce años le pregunté la edad en la sala de profesores a la que apenas unos días antes había entrado por primera vez.
-"el dos con el seis, y no es ocho. y es importante, porque ocho está muy mal".
cuando nos encontramos a este lado del mundo sentí que somos figuritas de un parqués cósmico rarísimo. nos vemos acá y somos los mismos, y a la vez no, pero nos seguimos queriendo. es verdad, confieso: a mí me gustan los reencuentros. y sin embargo, oh, en el sueño aparecían dos fantasmas de colegio de esos que en redes sociales no saben más que poner su foto hipersonriente junto a la catarata o a la pirámide, y yo huía descaradamente. supongo que podría justificar la huida pero creo que lo realmente importante es no acumular amarguras. ya es suficiente con la tristeza y la culpa para que encima haya que cargar amargura. eso, creo, me impresionó de la película, cuando Judith le dice a Diego que le perdone por tanta amargura. que un dios se ampare de mí y me evite tener que pronunciar una frase de esas ante un hijo.
lo de los hijos para la próxima sesión.

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