junio 09, 2008

la caverna revisitada o el esclavo que no supo ver el sol

Supóngase un hombre dentro de un cuarto cuya puerta está asegurada desde fuera. El hombre mira el mundo desde la ventana. Un mundo tan corrupto como hermoso, lleno de bandidos y malabaristas, de madres con bebés al hombro, de asesinos y de banqueros, de injusticia y de poesía. El hombre hace rechinar sus dientes y piensa en cuán diferente sería el mundo si él estuviera allá afuera, besando las panzas de las mujeres embarazadas, limpiando las heridas sangrantes de los que en la noche recogen las basuras, oyendo el canto de la vieja que entra sin permiso a una casa que no es suya porque en la suya propia sólo vive el fantasma de los tiempos pasados. El hombre sueña con revoluciones. De pronto, la puerta se abre y deja entrar la luz de los días y el hedor de las basuras. Es el momento de emprender el camino. El hombre mira al mundo desde la frontera depuesta y se imagina a sí mismo allá afuera. Presiente lo vano de las revueltas, intuye que la esperanza está toda perdida y se aleja de la puerta abierta. Entiende que la muerte no cesará, que el horror se repetirá. Se refugia en una de las cuatro esquinas, temiendo ahora que el mundo entero pueda entrarse hasta este último rincón seguro. Ahora sabe que ya nunca saldrá de allí.

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