julio 20, 2010

itálica

si me preguntan qué aprendí diría que no sé, que hay cosas de las que no se habla, que sólo se sienten aquí en el espacio entre el dedo gordo del pie y el que le sigue (¿cómo se llama ese dedo? ¿índice? ¿pero acaso indica algo?). no es metáfora, señores. es así. un día, de tanto aferrarse al piso los músculos de la planta del pie empiezan a doler. yo lo siento. de pronto una piedra me nace en el estómago y peso mil kilos. el maestro admite que por fin recuerda quien soy, y después dice que no soy la misma que antes. estás creciendo, me dice. y yo me muero un poquito de felicidad porque mi cuerpo es más mi cuerpo desde que aprendí a dar tumbos. no por un tú ni por un contigo, sino por un movimiento que es más fuerte que un pronombre.
hasta el viernes llovió. llovió. llovió. le creció moho a todo. zapatos, cama, piso, tina, paredes. larvas, babosas, hongos. pero también tomates y pimientos en la microhuerta frente a nuestra casa. pero el sábado salió un furioso sol que no ha parado de calentar. es verano. otra vez. y hace mucho calor, pero hay tantos planes que no hay tiempo para quejas.

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