febrero 19, 2010

de hombres y ratones

odio, odio, odio a los mezquinos que hablan con tonito de novicio inmaculado que en realidad esconde entre la sotana un niño, un arma, una puta y pasado de asco. porque son esos los que saben mover las fichas a su favor y hacer como si los otros ("cálmese, cálmese que no le queda bien hablar así") fueran siempre los culpables. con ellos es imposible usar argumentos: sólo entienden cuando les hablan en su lenguaje de manipulación, de marrulla.
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imagine usted un amigo. el de los quince o dieciseis. el que vive a una cuadra de su casa, al que sus papás conocen y quieren. el que la acompaña loma abajo y loma arriba los días en que hay fiesta. al que usted considera casi un hermano (aunque el sentimiento no sea mutuo). al que usted le hace las tareas de inglés. con el que transcribió letras de canciones de protesta. imagine usted que este amigo crece y se hace hombre y se hace rico y se mete a política. imagine que se mezcla con los peores. imagine que se vuelve tan amigo de un-imbécil-al poder como lo pudo haber sido de usted. ahí, le digo, usted se siente incapaz de odiar. pero siente rabia porque quisiera poder.
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es muy difícil, mucho, vivir en un país donde el propósito de la mayoría de mujeres de dieciocho es casarse (no encontrar una pareja, no formar una familia, no armar comunidad, no: casarse), donde a las personas separadas se les llama "el-que-lleva-un-error", donde hay pocas mujeres en la academia con una voz propia y fuerte, donde nadie parece querer hacerse cargo de su sexualidad, de su agresividad, donde las mujeres que dicen lo que quieren son claramente evitadas.


pero es más fácil si se aparece alguien que lo quiera a uno así, tal cual.
<3