diciembre 05, 2008

enough of this stuff

cae una lluvia larguísima y de pronto todas las hojas están en el piso. es fantástico porque no hay que mirar hacia arriba, porque abajo, justo debajo de la suela con la que uno pisa, están todos los colores del otoño que empieza, ahora sí, a morir. me cansé de que la rueda delantera fingiera ser un ocho y de estar a punto de perecer en cada esquina por culpa de mi literalmente desenfrenada celestina y la mandé al hospital. (hubo una época en la que le ponía nombre a todo. mi primer compu se llamó trementina--llegó a casa un día en que H. había dejado abierto el frasco de ídem y todo olía a buhardilla parisina--, el laptop, delia, los zapatos eran "los chubasqueros", y así). ahora ando a pie y veo todo lo que no se ve cuando uno va raudoyveloz en la bici. ayer una tienda de papeles y hoy una de paraguas. hace dos días, un gingko rubísimo justo a dos pasos de la escuela de idiomas, tan ahí en el centro de la ciudad, tan dentro de un callejón que no podría haber existido de no haber sido porque mi bicicleta se dañó y yo estaba andando a pie y con los ojos abiertos para verlo y hacerlo existir... y también, puede tenerse a dos pasos a una señora que se sienta en uno de los curubitos de los multicultural studies, pero sigo sintiendo que de nada sirve proclamar la defensa de una "verdadera identidad racial" cuando seguimos olvidando lo repetitivo de la dialéctica amo-esclavo. lo real no es imposible, señora shohat, lo imposible es real. en otro orden de ideas, hay verdades así: hay quienes se enamoran del rey de los goblin y hay quienes se enamoran de sarah. los demás... pero, ¿hay, los demás? esta noche me voy de farra y mañana también. llegó diciembre. más le vale que traiga consigo su prometida alegría.

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