miro su nombre en mi teléfono y no sé qué hacer. ¿debe uno borrar su nombre, su número, porque ya nunca los volverá a usar, porque ya él no los podrá ver? siento la tentación de marcar el número y averiguar quién contesta la llamada. ¿y si me respondiera él, desde el más allá?
me entristezco un poco ahora, y guardo un poco más de tristeza para después. tiro una moneda por su espíritu viajero. pienso que la muerte de otro es siempre un poco la de uno mismo. pienso en cuánto se parecen la muerte y la locura y en cómo la frontera entre vida y muerte, locura y cordura, es frágil y tenue.
canto una canción, que si bien no es para él, tampoco es para nadie más.
si la muerte pisa mi huerto, ¿quién firmará que he muerto de muerte natural?
¿quién lo voceará en mi pueblo, quién pondrá un lazo negro al entreabierto portal?
¿quién será ese buen amigo que morirá conmigo aunque sea un tanto así?
¿quién mentirá un padre nuestro y "a rey muerto, rey puesto" pensará para sí?
¿quién cuidará de mi perro? ¿quién pagará mi entierro y una cruz de metal?
¿cuál de todos mis amores ha de comprar las flores para mi funeral?
¿quién vaciará mis bolsillos? ¿quién liquidará mis deudas?
a saber, ¿quién pondrá fin a mi diario
al caer la última hoja en mi calendario?
1 comentario:
a mí lo que me pasa con vos, lucíacorrea, es que muero por escuchar todo lo que no decís y adoro tu forma de no decirlo.
quizás un día, como bien decías, cigarrillo de por medio...
un abrazo.
Publicar un comentario