después del ojo afuera
octubre 04, 2016
Lección
No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia. No se habla de política con la familia.
julio 18, 2016
死
-oh, mira mamá, una serpientita.
-no, mi niño, es una lombriz.
-¿y por qué no se mueve, mamá?
-...
-...
-no sé, estará tomando una siesta.
-no mamá, yo sé que está murida. ¿por qué está murida la serpientita?
-no, mi niño, es una lombriz.
-¿y por qué no se mueve, mamá?
-...
-...
-no sé, estará tomando una siesta.
-no mamá, yo sé que está murida. ¿por qué está murida la serpientita?
julio 17, 2016
marzo 15, 2016
sueño 1
soñé con K-kun, el niño que un día antes, en el encuentro de padres e hijos del jardín infantil, rechazó una invitación a jugar de mi hijo diciéndole que lo odiaba. tres años y ya sabe usar la palabra odio. más pronto que tarde el sentimiento vendrá tras la palabra y el niño sabrá cómo odiar. soñé que K-kun era un bebé y estaba envuelto en uno de esos abrigos con forma de animal que usan todos los bebés por acá. baby fashion. era una mezcla entre un conejo y un oso, y con claridad recuerdo que era marrón clarito y tenía la cabeza puntada. también estaba la madre, que por estos pagos tildarían de "yankee", algo que se parece menos al yankee doodle que a un adolescente de pelos anaranjados, desadaptado, fumador y amante de la seda falsa y los dibujos de dragón. la madre ponía a K-kun en una sillita baja y el bebé, envuelto en su piel falsa, rodaba de la silla a un cojín y de un cojín al piso. podría haberlo recogido pero no quise. el bebé asomó la cara desde su disfraz y me dijo con voz de oso: "te odio".
enero 31, 2014
enero 06, 2014
a esa que no se nombra
aunque yo no crea en el más allá de la piel, y aunque me cueste dolores de pecho y angustias indecibles pensar en la finitud, te hablo como si en algún lugar estuvieras. porque tú, gis, y tu muerte, me rajaron el alma.
viaja libre, lucecita, hacia la nada en la que nada duele.
viaja libre, lucecita, hacia la nada en la que nada duele.
diciembre 26, 2013
un año en un día. un día de un año
iba a hacer un resumen mes por mes de este año. empezaba con enero en parís.
pero no tiene sentido.
el año empezó y terminó en febrero.
mejor dicho, el tiempo empezó a andar de otro modo en febrero.
*
el diecinueve de febrero era martes. había por fin terminado el año escolar, lo que significaba no tener que viajar más en trenes repletos a horas absurdas. la panza ya estaba suficientemente grande, pero la última ecografía parecía mostrar que era un feto pequeño. "tendré que comer más carne". ese martes me fui a la casa de kato-san a terminar los botines de fieltro. sólo faltaba coserles la suela de cuero celeste. había empezado a hacerlos desde noviembre, cuando apenas se anunciaba el frío. casi tres meses después, todavía estaban sin terminar. esa mañana nevó sin parar. hacía mucho frío y yo no me había puesto doble par de medias. a la media mañana pensé que hasta el bebé debía tener frío porque no se movía. almorzamos soba caliente y yo me fui a la clase de aikido para niños. algo se sentía raro. volví a casa y me preparé -oh, ironía- un oyako don. preparé un montón. para varios días. comí, peleé por skype y me fui a dormir. dos horas después seguía despierta. inquieta. aunque nunca lo hago, llamé a mi mamá. tengo que relajarme, dormir e ir al médico mañana. una hora después ya era veinte de febrero y estaba sangrando profusamente.
*
en la ambulancia, en un estado más parecido al sopor que al pánico, pensaba alternadamente que todo iba a estar bien y que nada podía yo hacer. todo lo que ocurre es lo que debe ocurrir. en el hospital la doctora me acarició las mejillas. me preguntó por qué no había llamado antes. me consoló. pero nunca me dijo "todo va a estar bien". con las horas volvió la calma. tuve la certeza de que si me quedaba quieta, en cama, el bebé iba a estar bien. a la media mañana volvió la doctora. con cada contracción el corazón del bebé dejaba de latir. había que sacarlo.
*
desde la camilla veía caras. la de la médica que autorizó la cesárea. la de las enfermeras asustadas con mi cara de extranjera. la de mis amigos angustiados. la de la ginecóloga que sonreía. la de mi maestra de aikido. la de mi chico en parís. la del anestesiólogo que decía "tengo que oprimir para que no vomite". por primera vez en la vida no tenía miedo de la muerte.
*
simón nació con seis meses y medio de gestación. pesaba apenas un kilo. al nacer no lloró e hizo un paro respiratorio. yo desperté (¿cuánto tiempo?) después, con la sensación de que me hubieran arrancado una pierna. cuando abrí los ojos ya había una foto suya al lado de mi cama. era rojo, flaquísimo y arrugado. tenía tantas máquinas y tubos conectados por todas partes que su cara diminuta casi no se veía. el pañal (luego me iría a enterar de que era un pañal especial para bebés "micro") le quedaba gigante. no era una imagen particularmente hermosa, ni conmovedora. pero era la prueba de que estaba vivo. el veinte de febrero yo estaba muy débil y todavía no podía levantarme de la cama en la unidad de cuidados intensivos. no pude ir hasta la incubadora. a la medianoche vino una enfermera. venía a enseñarme a producir leche. una gota o dos eran suficientes. era el inicio de la conexión.
este año me volví mamá de un niño apresurado y valiente. este año pasé dos meses sentada frente a una incubadora, hablando, cantando, tocando, acariciando, exprimiendo. este año, durante tres meses, tomé un bus diario para llegar al hospital. este año pasé muchos días aprendiendo a cuidar de un bebé diminuto, enseñándole a mamar, recordándole que debe respirar. este año sentí el más profundo terror, el más profundo amor, la más profunda desesperanza, la más profunda alegría. este año volví a verle la cara a la depresión. este año los amigos nos sostuvieron. este año seguí paso a paso la maravilla de ver a un niño crecer. este año supe que nunca nada sería igual. este año entendí por qué quise volverme mamá. este año volví al trabajo con el dolor de la separación y encontré la alegría de un trabajo que me gusta. este año recibí mucho cariño derivado de mi hijito. este año de la serpiente giró todo en torno al sol simón y a sus progresos constantes.
a pesar de los dolores, gracias 2013.
pero no tiene sentido.
el año empezó y terminó en febrero.
mejor dicho, el tiempo empezó a andar de otro modo en febrero.
*
el diecinueve de febrero era martes. había por fin terminado el año escolar, lo que significaba no tener que viajar más en trenes repletos a horas absurdas. la panza ya estaba suficientemente grande, pero la última ecografía parecía mostrar que era un feto pequeño. "tendré que comer más carne". ese martes me fui a la casa de kato-san a terminar los botines de fieltro. sólo faltaba coserles la suela de cuero celeste. había empezado a hacerlos desde noviembre, cuando apenas se anunciaba el frío. casi tres meses después, todavía estaban sin terminar. esa mañana nevó sin parar. hacía mucho frío y yo no me había puesto doble par de medias. a la media mañana pensé que hasta el bebé debía tener frío porque no se movía. almorzamos soba caliente y yo me fui a la clase de aikido para niños. algo se sentía raro. volví a casa y me preparé -oh, ironía- un oyako don. preparé un montón. para varios días. comí, peleé por skype y me fui a dormir. dos horas después seguía despierta. inquieta. aunque nunca lo hago, llamé a mi mamá. tengo que relajarme, dormir e ir al médico mañana. una hora después ya era veinte de febrero y estaba sangrando profusamente.
*
en la ambulancia, en un estado más parecido al sopor que al pánico, pensaba alternadamente que todo iba a estar bien y que nada podía yo hacer. todo lo que ocurre es lo que debe ocurrir. en el hospital la doctora me acarició las mejillas. me preguntó por qué no había llamado antes. me consoló. pero nunca me dijo "todo va a estar bien". con las horas volvió la calma. tuve la certeza de que si me quedaba quieta, en cama, el bebé iba a estar bien. a la media mañana volvió la doctora. con cada contracción el corazón del bebé dejaba de latir. había que sacarlo.
*
desde la camilla veía caras. la de la médica que autorizó la cesárea. la de las enfermeras asustadas con mi cara de extranjera. la de mis amigos angustiados. la de la ginecóloga que sonreía. la de mi maestra de aikido. la de mi chico en parís. la del anestesiólogo que decía "tengo que oprimir para que no vomite". por primera vez en la vida no tenía miedo de la muerte.
*
simón nació con seis meses y medio de gestación. pesaba apenas un kilo. al nacer no lloró e hizo un paro respiratorio. yo desperté (¿cuánto tiempo?) después, con la sensación de que me hubieran arrancado una pierna. cuando abrí los ojos ya había una foto suya al lado de mi cama. era rojo, flaquísimo y arrugado. tenía tantas máquinas y tubos conectados por todas partes que su cara diminuta casi no se veía. el pañal (luego me iría a enterar de que era un pañal especial para bebés "micro") le quedaba gigante. no era una imagen particularmente hermosa, ni conmovedora. pero era la prueba de que estaba vivo. el veinte de febrero yo estaba muy débil y todavía no podía levantarme de la cama en la unidad de cuidados intensivos. no pude ir hasta la incubadora. a la medianoche vino una enfermera. venía a enseñarme a producir leche. una gota o dos eran suficientes. era el inicio de la conexión.
este año me volví mamá de un niño apresurado y valiente. este año pasé dos meses sentada frente a una incubadora, hablando, cantando, tocando, acariciando, exprimiendo. este año, durante tres meses, tomé un bus diario para llegar al hospital. este año pasé muchos días aprendiendo a cuidar de un bebé diminuto, enseñándole a mamar, recordándole que debe respirar. este año sentí el más profundo terror, el más profundo amor, la más profunda desesperanza, la más profunda alegría. este año volví a verle la cara a la depresión. este año los amigos nos sostuvieron. este año seguí paso a paso la maravilla de ver a un niño crecer. este año supe que nunca nada sería igual. este año entendí por qué quise volverme mamá. este año volví al trabajo con el dolor de la separación y encontré la alegría de un trabajo que me gusta. este año recibí mucho cariño derivado de mi hijito. este año de la serpiente giró todo en torno al sol simón y a sus progresos constantes.
a pesar de los dolores, gracias 2013.
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